Cuando el poder quiere pensar por ti: la cruzada de Meta por la superinteligencia

Mark Zuckerberg no quiere una IA poderosa. Quiere una que lo supere. Con Prometheus y Hyperion, Meta deja claro que su nueva religión es la superinteligencia.


MARK ZUCKERBERG Y SU AMBICIÓN GIGAVÁTICA

Mientras algunos planifican vacaciones, Mark Zuckerberg planifica futuros. Futuros dominados por máquinas, por servidores que no duermen, por algoritmos que lo saben todo y lo dicen en voz baja. El 14 de julio, desde una América más profunda que el delta del Misisipi, el jefe de Meta anunció su nueva obsesión: construir centros de datos capaces de competir con Dios.

La noticia cayó como un meteorito en el universo tecnológico. Zuckerberg no solo piensa invertir cientos de miles de millones de dólares —como si esos ceros fueran caramelos— sino que pretende hacerlo en infraestructura para superinteligencia, una palabra que suena a ciencia ficción pero que en su boca parece promesa política.

Meta lanzará Prometheus, un campus de más de 1.000 megavatios. Y después, como quien lanza un golpe sobre la mesa, Hyperion, el bestial supercentro que alcanzará los 5 gigavatios. Para que se entienda: eso equivale al consumo eléctrico de varios países pequeños, o al menos de la parte de La Habana que aún no se ha apagado.

Gráfico en forma de megáfono titulado "Expansión de la Infraestructura de Superinteligencia de Meta". Ilustra una secuencia: anuncio de la obsesión, inversión en infraestructura, lanzamiento de Prometheus, desarrollo de Hyperion y consumo energético equivalente al de un país.

UN HOMBRE Y SUS GIGANTES

Zuckerberg dijo que quiere «adelantarse a la superinteligencia», como si esta no fuera más que un tren al que él puede subirse antes que los demás. El detalle no menor es que este proyecto incluye no solo servidores, sino también el robo de talento de otras firmas, la inversión en startups como Scale AI y el fichaje de cerebros que cuestan lo que cuesta un estadio de fútbol.

Al parecer, ya no basta con tener Facebook, Instagram y WhatsApp. Ahora, hay que tener todo el sistema nervioso de la humanidad interconectado a una máquina que respira a 5 GW por segundo. Meta, que el año pasado hizo 165 mil millones de dólares, va por más, mucho más. El objetivo: ser los primeros en domar esa bestia abstracta que llaman “IA general”.


¿A QUÉ COSTO?

El crecimiento de estos centros no se queda en los titulares de Forbes. En el condado de Newton, Georgia, la población está que trina. Zuckerberg ha solicitado hasta seis millones de galones de agua diarios para sus criaturas metálicas. Y uno se pregunta si, en ese afán de fabricar una mente superior, no se está dejando sin agua a la gente de carne y hueso. Pero bueno, ¿quién puede competir con Prometheus?

No son solo galones. Son hectáreas, son contratos millonarios, son infraestructuras más grandes que muchos aeropuertos. Y detrás de todo, un muchacho de cara dulce que alguna vez soñó con conectar al mundo y ahora parece decidido a conquistarlo con silicio.


PUBLICIDAD Y ESCAPISMO

Las acciones de Meta subieron tras el anuncio. A los inversores no les interesa si Newton se queda sin agua, si el mundo colapsa o si la IA decide prescindir del ser humano. Les interesa que la publicidad digital sigue entrando como pan caliente en el horno de la codicia.

Zuckerberg, con su eterna sonrisa de niño robot, calmó a los mercados hablando de buenos ingresos. Pero debajo de esas palabras se esconde un mundo que está cambiando más rápido que nuestra capacidad de entenderlo. Y Meta, con sus centros de datos titánicos, no quiere quedarse atrás.

Gráfico en forma de batería titulado "El espectro de la ambición de Meta: desde el beneficio hasta el impacto global". Divide en tres niveles: Inversores (priorizan el beneficio), Zuckerberg (equilibra beneficio y adaptación), y Meta (busca adaptarse a un mundo cambiante).

FINAL (NO TAN) FELIZ

Esta historia no termina. Zuckerberg ya avisó que Prometheus será apenas el inicio. Lo que viene después, dice, es una serie de “megacampus” dedicados exclusivamente a la inteligencia artificial.

En otras palabras: si la historia reciente fue sobre redes sociales, la próxima será sobre cerebros artificiales. Y si Prometheus robó el fuego a los dioses, Zuckerberg parece decidido a robarnos el futuro.

Porque ya no se trata de conectar a la gente. Se trata de conectarlo todo. Incluso lo que aún no existe. Y eso, amigos míos, da más miedo que esperanza.

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