
Mientras unos se llenan la boca hablando de modernización estatal, San José ya la puso en marcha. En la ciudad californiana, el alcalde Matt Mahan decidió que mil empleados municipales serán capacitados en el uso de inteligencia artificial, específicamente con ChatGPT. La meta no es otra que mejorar la eficiencia, reducir la carga administrativa y transformar radicalmente la gestión pública. No es un simple experimento tecnológico: es una reforma profunda que puede sentar precedentes para muchas ciudades del mundo.
Una apuesta concreta, con datos
No hay florituras ni promesas a futuro. San José ya adquirió 89 licencias de ChatGPT a 400 dólares cada una y, gracias a este paso, ha logrado integrar la IA en funciones clave como la gestión de baches, el diseño de rutas de autobuses, la atención al ciudadano y la elaboración de presupuestos. Un ejemplo claro de esta eficiencia es la producción del presupuesto municipal de 5.6 mil millones de dólares, en cuya redacción participó la IA, optimizando tiempos y mejorando la precisión del lenguaje técnico.
Esta no es una ciudad jugando con la tecnología. Es una administración que está adaptando sus recursos, apostando por herramientas con resultados tangibles. Desde el procesamiento de quejas hasta el análisis de patrones delictivos, cada aplicación de la IA responde a una necesidad real. La promesa de aumentar la productividad entre un 20% y un 50% ya no parece descabellada.
Adiós a los procesos lentos y repetitivos
En lugar de seguir haciendo que los trabajadores públicos redacten memorandos o clasifiquen correos durante horas, San José apuesta por que la IA elimine esas cargas innecesarias. Andrea Arjona Amador, una funcionaria de transporte, logró captar una subvención de 12 millones de dólares gracias a un agente personalizado creado con IA, el cual le ayudó a organizar correspondencia técnica y automatizar procesos de seguimiento. Este es solo un caso entre decenas.
La automatización no implica deshumanización. Lo que hace es liberar tiempo para que los empleados se enfoquen en lo que realmente importa: tomar decisiones, escuchar a la ciudadanía, implementar políticas públicas con impacto. Eliminar lo rutinario para reforzar lo estratégico.
Supervisión humana y transparencia: claves del proceso
Que nadie se asuste. Esta revolución tecnológica no se está haciendo a ciegas. Todos los empleados deben revisar lo que genera la IA, citar su uso cuando corresponda y guardar registro de cada interacción. La ciudad de San José ha implementado políticas claras de uso responsable, con directrices sobre privacidad, ética y transparencia.
En tiempos en los que se discute la «opacidad algorítmica», el enfoque adoptado por esta administración es un ejemplo a seguir. La supervisión humana es un pilar, no un adorno. La IA, como herramienta, debe estar siempre subordinada al criterio, la experiencia y el contexto de quienes la utilizan.

Un modelo que puede multiplicarse
Más de 300 agencias públicas en Estados Unidos ya se están sumando a la coalición GovAI, una red de intercambio de buenas prácticas en torno a la IA. Esta iniciativa, impulsada desde San José, representa un intento serio por democratizar el conocimiento y ofrecer caminos comunes hacia la transformación digital del Estado.
Y mientras Gartner alerta que el 40% de los proyectos de IA podrían fracasar antes de 2027, San José demuestra que cuando hay dirección política, capacitación adecuada y un marco de gobernanza claro, la inteligencia artificial en la gestión pública no solo es posible: es urgente. Las ciudades que no se adapten, quedarán atrapadas en la burocracia del siglo XX.
¿Y América Latina, para cuándo?
La pregunta se impone: ¿qué esperamos en América Latina? Si una ciudad como San José, con una población inferior a muchas capitales latinoamericanas, puede poner en marcha un sistema inteligente de atención pública con resultados medibles, ¿por qué no lo intentan otros gobiernos?
Aquí las excusas suelen ser las de siempre: falta de presupuesto, miedo al error, resistencia sindical. Pero lo cierto es que muchos países de la región ya pagan millones de dólares en sistemas obsoletos que no ofrecen ninguna eficiencia. Invertir en IA no significa llenar oficinas de robots; significa capacitar al personal, rediseñar flujos de trabajo y apostar por un Estado que no solo controle, sino que sirva.
Conclusión
En un país donde los gobiernos suelen quedarse atrapados en el papeleo, San José ofrece una lección práctica de lo que significa innovar de verdad. La inteligencia artificial en la gestión pública no es el futuro: es el presente. Solo falta que los demás dejen de mirar y empiecen a implementar.
Transformar el Estado no es tarea de algoritmos, sino de voluntad política. Pero cuando esa voluntad se combina con herramientas como ChatGPT, el resultado no es una utopía futurista. Es una administración más ágil, más eficaz y más humana. Y eso, al final del día, es lo que cualquier ciudadano espera de quienes lo gobiernan.